La presencia de
pueblos desconocidos, algunos de ellos en un desarrollo cultural relativamente “adelantado”,
planteo a los europeos desde el descubrimiento de América, el problema del
origen y la antigüedad de estos pueblos. Esto generó la aparición de diversas
teorías. Así, hubo quienes les adjudicaron un origen semita explicándolo por
migraciones de cananeos, fenicios, cartagineses o hebreos. Otros se
pronunciaron a favor de un origen mediterráneo (griego, español o egipcio).
Tampoco faltaron quienes basaron sus explicaciones en viejas leyendas de
continentes desaparecidos, como la famosa Atlántida.
Hoy, la
comunidad científica, luego de diversos estudios: geológicos, arqueológicos,
antropológicos, etnográficos y lingüísticos, considera más aceptada la teoría
de la o las migración asiática, a través del estrecho de Bering. Esta idea es
defendida por diversos autores como Antonio Ulloa, Samuel G. Morton, Timoyhy
Flint, Keith y Hrdlicka, éste último se torno el principal defensor de la
teoría. Por ser la más admitida la analizaremos de una forma profunda.
Geológicamente
se ha comprobado que Asia y América estuvieron unidas, en ciertas épocas, a
través de un puente terrestre llamado Beringia, cuya formación parece
remontarse al terciario. La presencia de dicho paso se debió a las
fluctuaciones que en el nivel del mar ocasionaron los avances y retrocesos
glaciales. Técnicamente se les conoce con el nombre de regresiones (a la baja del
nivel de las aguas) y trasgresión (al aumento del nivel) por las
características peculiares de la plataforma continental a la altura de el
Estrecho de Bering, una regresión de tan solo 46 metros dejaría al descubierto
un angosto puente entre Chukotka (Asia) y Alaska a través de la isla de San
Lorenzo; una regresión de 100 metros expondría a la superficie prácticamente la
totalidad del fondo marino correspondiente a los mares de Bering y de Chukchi
uniéndose, de esa manera, ambos continentes. Esta fue la ruta que necesariamente debieron utilizar
vegetales, animales y hombres para su paso desde “El Viejo al Nuevo Mundo”.
El motivo de
esta migración parece ser el de suplir las necesidades alimenticias.
Aunque Asia y
América constituyeron un todo varias veces durante el transcurso de los
glaciales, solo nos interesan las fluctuaciones ocurridas en el último de
ellos, el Winsconsin, dividido en tres estadios: temprano, medio y tardío.
El ultimo
glacial americano fue testigo de dos grandes regresiones: la primera durante el
Winsconsin temprano cuando el nivel bajo a -115 metros y la segunda en el
Winsconsin tardío -120 metros. En el Winsconsin medio, una serie de
oscilaciones cálidas aumentaron el nivel de las aguas cubriéndose gran parte
del puente terrestre.
De acuerdo
con lo anterior, solo en dos oportunidades se contó con las condiciones necesarias para la “invasión” de
América: entre 50.000 y 40.000 años atrás (Winsconsin temprano) y entre 28.000
y 10.000 años atrás (Winsconsin tardío).
Desde los estudios geológicos se deduce, pues,
que si el hombre americano vino a América desde otro continente, las
condiciones más propicias se le brindaron para hacerla desde Asia a través del
estrecho de Bering. Además, al admitirse la posibilidad de dos o más “grupos
migratorios”, se explican las diferencias entre las etnias.
Esta
hipótesis se vio fundamentada por la lingüista estadounidense Joseph Greenberg;
según la ambiciosa síntesis de datos lingüísticos, genéticos y dentales que
propuso, los primeros americanos habrían llegado de Asia en (al menos) tres
oleadas distintas, cada una de las cuales originó un grupo de lenguas
diferente.
Las fechas
también parecen concordar con los datos arqueológicos disponibles: basándose en
el grado de diferencia entre las lenguas, se ha calculado que la lengua más
antigua se hablaba en Alaska hace unos 12.000 años. Y los emplazamientos de los
pueblos clovis, considerados los más antiguos vestigios del continente se
remontarían a 11.500 años.
Muestras de
ADN, recogidas de tribus, y un análisis molecular fino muestran que pueblos
indígenas muy diversos (Esquimales de Alaska, Kraho y Yanomamos de Brasil)
tienen más genes comunes que lo que se creía. El estudio hace pensar que estas
etnias descenderían de una misma población cepa que, desde Asia, habrían
llegado a América del Norte en una o varias migraciones.
Según los testimonios
de las migraciones humanas, los primeros pueblos que se desplazaron hacia el
continente americano, procedentes del noreste de Siberia hacia Alaska, portaban
utensilios de piedra y otras herramientas típicas de mediados y finales del periodo
paleolítico de la edad de piedra. Estos pueblos probablemente vivían en grupos
de unos 100 individuos, pescando y cazando animales como venados y mamuts. Eran
nómades y trasladaban su campamento unas cuantas veces al cabo del año para
aprovechar los alimentos de cada estación. Al parecer, los primeros
asentamientos se ubicaron en Alaska y más tarde fueron desplazándose hacia el
interior del continente americano, buscando eliminar sus necesidades
alimenticias.
Como dijimos
antes, solo en dos oportunidades se contó con las condiciones apropiadas para
la “invasión” de América por el estrecho de Bering: entre 50.000 y 40.000 años
atrás (Winsconsin temprano) y entre 28.000 y 10.000 años atrás (Winsconsin
tardío); estas fechas son a las procedentes de yacimientos arqueológicos. Por
ejemplo, en el Yukón, en el actual Canadá, se han descubierto utensilios de
hueso cuya antigüedad ha quedado fijada en el 22.000 AC, mediante las
técnicas de carbono radiactivo. Los restos de hogueras descubiertas en el valle
de México datan del 21.000 AC; se han hallado algunas lascas de
herramientas de piedra cerca de ellas, lo cual determina la presencia humana en
aquella época. En una cueva de la cordillera de los Andes peruanos, cerca de
Ayacucho, los arqueólogos han hallado utensilios de piedra y huesos de animales
triturados, cuyo origen se ha datado en el 18.000 A.C. Otra cueva de
Idaho, Estados Unidos, contiene restos parecidos que datan del 12.500 AC.
En ninguno de estos yacimientos aparecen objetos o herramientas con un estilo
diferenciado.
El único
objeto hallado que sí tiene un estilo propio apareció hacia el 11.000 AC y
se conoce como puntas clovis. Los Clovis, una cultura prehistórica americana,
que data del 11.500 al 11.000 AC; recibieron ese nombre porque el yacimiento
en el que se han encontrado los objetos que la definen está próximo a Clovis
(en el este de Nuevo México, Estados Unidos). Las primeras excavaciones se
realizaron en el año 1932. Los elementos más característicos de esta cultura de
la edad de piedra son puntas de proyectiles de sílex empleadas para dar caza a
animales de gran tamaño, principalmente mamuts y bisontes. Estos filos,
ricamente tallados, terminaban en una prolongación en forma de hoja con estrías
a ambos lados, generalmente hasta media altura, y una base ligeramente cóncava.
Medían entre 4 y 13 cm y se encajaban en palos de madera.
Las puntas de
proyectiles encontradas en el yacimiento de Blackwater Draw estaban junto a
huesos de mamut. En otros asentamientos (lugares al aire libre en donde los
cazadores daban muerte a los mamuts u otros animales y después los
descuartizaban) se han hallado herramientas de hueso y marfil, raspadores de
piedra, piezas cortantes y martillos de piedra. Se considera que este material
pone de manifiesto la presencia de algunos de los primeros seres humanos que
cruzaron el puente de tierra helado del estrecho de Bering y se establecieron
en el continente americano.
Aunque la
cultura de Clovis se extendió por casi toda Norteamérica, especialmente sobre
la zona central y sur occidental, puede haber alcanzado Centroamérica.
Todos estos
testimonios arqueológicos nos llevan a concluir que:
ü El hombre, una vez más, buscando suplir la necesidad de alimento, emigró,
ü La hipótesis anteriormente expuesta, puede ser inclusive
complementaria a otras teorías, los primeros “conquistadores” de nuestro
continente tal vez no llegaron por la Beringia, pero seguramente fue de esta
forma que llegaron gran parte de nuestros antepasados.
ü El hombre americano desarrollo un utillaje importante, que
lo ayudo a sobrevivir, a enfrentar el nuevo rito.